Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

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lunes, 18 de octubre de 2010

El libro de instrucciones (parábola vital)


Cuando Adán se comió la manzana y Eva, resignada, accedió a llevarse toda la culpa a pesar de haber sido manipulada por el primero para arrancar el fruto del árbol y prepararle un suculento pastel. Cuando todo esto ocurrió, digo, todo el mundo se llevó las manos a la cabeza porque ahora tendríamos que trabajar para ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente.
Una nimiedad. El gran castigo, el verdadero castigo, fue que Adán y Eva no pudieron regresar al campamento base y recuperar El Libro.
Al igual que en el inicio había habido una sóla lengua y nos la cargamos al construir aquella torrecita de la que ahora se reirían las cuatro torres -pero claro, dirían los de Babel ahora que el mal está hecho y no tenéis nada que perder, la proeza no tiene ningún mérito-; de la misma forma, en cuanto pusieron el pie fuera del Jardín del Edén, nuestros queridos abuelos comunes se dieron cuenta de que la habían liado parda.
Desde entonces, caminamos por este esférico mundo intentando recuperar nuestro Libro de Instrucciones. Tarea ardua e inabarcable, misión individual y colectiva y por ende paradójica. Cada uno de nosotros construye su propio libro, con experiencias propias y ajenas, de forma intuitiva a la vez que empírica. Un galimatías. Surgen cientos de teorías, técnicas, escuelas, prácticas... y todas dan vueltas alrededor de la misma idea, con puntos en común y puntos divergentes. Pero ¿alguien pondría la mano en el fuego por defender su Libro de Instrucciones como el único y verdadero?
Pero no preocuparse, no preocuparse, la clave está en estar dispuesto a crear tu propio libro, no darlo nunca por acabado, borrar, retocar, tachar, volver a escribir, comparar, compartir, experimentar, cambiar de perspectiva, coger un poquito de aquí y un poquito de allá, crear nuevas recetas, añadirles sal, quitarles agua, combinar ingredientes y darte cuenta de que el Libro nunca estará completo, pero cada vez será más acertado.
Estos queridos abuelos comunes nuestros la liaron parda, pero la verdad es que la cosa tiene su gracia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo tengo el Libro. Lo encontre en la cuesta de Moyano en el verano del 72. Y le digo, que aun con eso, no he conseguido que nadie me crea y que se lo tomen en serio. Así que el libro, en el supuesto de que lo recuperásemos, no serviría para nada. A ver si se cree usted que a estas alturas vamos a conseguir ponernos de acuerdo en algo.

Atentamente
Francisco García

Anónimo dijo...

Pues yo me guío más por señales, por ejemplo, si el próximo coche que pasa es azul me matriculo en física cuántica y si esa vieja se vuelve a meter el dedo en la nariz le digo a Teresa que se case conmigo, no se si me explico mon amour.